La psicología y la ciencia ha dado pasos agigantados a través de la historia. Sin embargo, es menester, comprender que detrás de cada prueba o experimento realizado en el siglo XX, estuvieron sujetos de prueba, no solo animales, sino, también, seres humanos, y lo que es peor, niños y/o bebés. Por ende, abordaremos uno de los experimentos más inhumanos y polémicos que sigue siendo un debate cuestionable, desentrañando la cruda realidad detrás del experimento del pequeño Albert.
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¿De qué trataba el experimento del pequeño Albert?
Se trató de una prueba experimental para observar el comportamiento ante un estímulo condicionante, realizado por el psicólogo estadounidense, John B. Watson y su colaborado, Rosalie Rayner.
Ambos investigadores de la Universidad Johns Hopkins de Maryland, Estados Unidos, querían demostrar que el condicionamiento clásico propuesto por el fisiólogo ruso, Iván Pavlov, se podría demostrar y desarrollar en seres humanos.
La conducta propuesta de Pavlov ante estímulos externos para condicionar la respuesta de un ser vivo, inicialmente, lo demostró en animales (perros), nunca se había desarrollado o estudiado en los humanos.
Por ende, Watson y Rayner diseñaron un plan metodológico en 1920, para demostrar la tesis de Pavlov en seres humanos.
En efecto, escogieron a un bebé de 9 meses y medio para ser el sujeto experimental, del cual le llamaron “Albert”.
Sin embargo, la prueba se retrasó por cuestiones de aprobación de la madre del niño, hasta que se pudo realizar cuando el bebé tenía los 11 meses y medio.
Un experimento poco ético
Como se mencionó antes, la metodología consistía en desarrollar el condicionamiento clásico en un bebé.
Para ello, se emplearon animales de diversos tipos, desde perro, conejo, gato, hasta objetos con pelos como lana o abrigo.
Por su parte, se profundizó en un animal en específico, una rata blanca, al cual el niño al principio no sentía miedo o algún indicio de fobia.
En ese mismo orden de ideas, los investigadores tuvieron como objetivo, determinar si el bebé tendría miedo ante un estímulo perceptible.
Por ende, emplearon un factor ruidoso, que se estimulaba cuando el niño estaba en presencia de la rata blanca.
De esta forma, cada vez que el niño estaba cerca de la rata, se hacía sonar un objeto cerca del bebé y este producía un sollozo.
Con el paso del tiempo, los ensayos arrojaron resultados que determinaba la fobia del niño ante la presencia de una rata blanca, que, posteriormente, se generalizó a los objetos y otros animales.
Una prueba objeta de críticas
Los investigadores cumplieron con su primer objetivo y la fobia se transmitió a cualquier animal, indistintamente, del pelaje, color y tamaño.
Sin embargo, el éxito de los ensayos fueron objeto de críticas y de presiones, lo cual, crearon un repudio a tal experimentación.
Evidentemente, la madre del niño notó que los experimentos dejaron tocado al bebé y se negó rotundamente a una segunda fase de pruebas.
Por tal motivo, la respuesta del siguiente objetivo: quitar el miedo condicionado, nunca se realizó, debido a que la madre del niño se negó al estudio y se mudó de estado.
¿Quién era el pequeño Albert?
La identidad del bebé siempre fue objeto de curiosidad y a la vez, de especulaciones sin fundamento.
Asimismo, se cuestionó que el niño fue tomado como prueba sin el consentimiento de la madre, quien trabajaba en el mismo centro de salud que Watson.
En opinión de testigos, una enfermera se hizo pasar por una nodriza o cuidadora del bebé para que los científicos pudieran investigar y realizar los ensayos.
Entretanto, algunos reportes aseguraron que la madre del niño fue coaccionada de participar, sin poder negarse a la solicitud, afirmando que al aceptar las pruebas, recibiría una compensación económica, que nunca llegó.
Pese a ello, la identidad del niño es desconocida o al menos, se sabe que no se llamaba “Albert”, sino, que ese era su nombre de clave al experimento.
Douglas Meritte
Según un artículo emitido por los psicólogos estadounidenses: Hall P. Beck y Sharman Levinson, demostraron que pudieron identificar la verdadera identidad del pequeño Albert.
Los científicos llegaron a la conclusión que la identidad era Douglas Meritte, hijo de Arvilla Meritte, una antigua trabajadora del Harriet Lane Home.
Douglas tenía hidrocefalia y el verdadero propósito del estudio, fue identificar el daño neurológico a través de la percepción de estímulos somatosensoriales.
Por otro lado, la señora Meritte pudo acceder a la prueba a cambio de mejorar la cura de la hidrocefalia y un seguro médico, que, notablemente, jamás se cumplió.
De esta forma, se demostraba en el metraje de la prueba, que el niño, a estar estimulado, usaba sus manos como cucharas y su escasa expresión facial ante el estímulo sonoro.
William Albert Berger
Otra identidad que surgió, fue la de William Berger, cuyo peso es más sustentado que la de Douglas Meritte.
Según otro grupo de psicólogos, se nombró el experimento “Albert”, por el segundo nombre del bebé William Berger.
Asimismo, los investigadores sostuvieron que la madre de Berger, sí trabajó en el centro donde realizaron los ensayos.
Por su parte, en una entrevista a algunos familiares del niño, mencionaron que el bebé era de la familia y que, años después, desarrolló fobia hacia casi todos los animales.
Pese a esas afirmaciones, los familiares de Berger han descartado la presencia de otras fobias.
Conclusión
A pesar de que estos estudios se realizaron en una época donde la ciencia era vista con buenos ojos y los seres vivos como conejillos de indias, sí generó ciertas controversias.
Estos estudios se consideran, en la actualidad, poco éticos, inhumanos y ser prohibidos por la ciencia.
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