Con el advenimiento de los siglos y las civilizaciones, se formaron imperios, entre ellos el Sacro Imperio Romano Germánico que duró más de 900 años.
Dicho estado monárquico y gubernamental se extendió por gran parte de Europa, específicamente entre el Centro y el Mediterráneo del Viejo Continente.
A su vez, constituyó uno de los más temibles imperios, junto al otomano, pero a medida que pasaron los años se fue debilitando hasta extinguirse.
En esta ocasión, presentamos una historia y lo que dejó el Sacro Imperio Romano Germánico en la evolución como gobierno y civilización.
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Historia del Sacro Imperio Romano Germánico
Antecedentes
El origen de este vasto imperio se dio cuando empezaron los primeros conatos de ideología prenacionalistas en Francia Oriental en plena Edad Media.
Para ello hay que remontarse al año 962 d. C, cuando Otón I el Grande, fue coronado emperador y el pionero en gobernar el Sacro Imperio Romano Germánico.
Por su parte, existen controversias acerca del origen, atribuyendo que se debe a la coronación de Carlomagno en el año 800.
Entretanto, algunos historiadores atribuyen el nacimiento del imperio con el Tratado de Verdún en el año 843, siendo una parte o fragmento del reino Franco.
Según ese tratado, el imperio fue repartido entre familias, es decir, los nietos y descendientes de Carlomagno, quien recayó en tres de sus vástagos.
De este modo, el reino franco de la derivación oriental se distribuyó con Luis el Germánico hasta la muerte de Luis IV el Niño.
La muerte de Luis IV en el año 911, trajo como consecuencia que los líderes de algunas regiones adyacentes eligieran a Conrado I.
Con la muerte de Conrado I, se procedió a elegir a Enrique I el Pajarero. No obstante, la elección de este sajón provocó rupturas con el reino Franco Occidental.
Para el 921, Enrique I toma el título de “rex Francorum orientalum» nombrando sucesor a Otón I el Grande, elegido en 936 en Aquisgrán.
Origen del Sacro Imperio Romano Germánico
Con la coronación en Aquisgrán de Otón I el Grande y la confirmación en el año 962, decidió emprender una campaña expansionista de tal envergadura.
Gracias al apoyo del Papa y de algunos líderes, emprendió las conquistas en la Batalla de Lechfeld en 955, donde derrotó a los magiares.
Posteriormente, los magiares establecieron relaciones diplomáticas, pero esta vez bajo el dominio de los francos orientales, cambiando de religión y anexándose al imperio.
Entretanto, los emperadores germánicos eran reconocidos como seguidores del linaje romano, aunque, prefirieron evitar ese apelativo para evitar disputas con los bizantinos.
Sin embargo, el reino se establecía como una comunidad social entre sajones, germanos y francos.
Con la coronación de Enrique II el Santo y su muerte en 1024 sin dejar descendencia, el imperio pasó en manos de Conrado II.
Mientras tanto, empiezan otras disputas internas con la anexión de territorios, sumados a la posesión de las regiones originarias de cada rey o emperador.
Dinastía Hohenstaufen
Con la Querella de las Investiduras, promulgada por el papa Gregorio VII en contra del rey Enrique IV, la excomunión tuvo consecuencias.
Una de ellas fue la elección de Rodolfo de Rheinfeld, quien gobernó tres años gracias a la derrota que le propinó Enrique IV en 1080.
Partiendo de este derrocamiento, la iglesia quedó relegada a un segundo plano y el misticismo del imperio quedó en entredicho.
El ascenso de Conrado III de Alemania en 1138, inició con la llegada de la Dinastía Hohenstaufen, estableciéndose el Concordato de Worms de 1122.
Posteriormente, era sucedido al trono Federico I Barbarroja, quien gobernó desde 1152 (como rey) hasta 1190 bajo la figura de emperador.
Cabe destacar que durante el gobierno de Federico, se proclama la independencia del emperador de la iglesia y bautizaría como ‘Sacro Imperio’
Para 1158, una asamblea imperial proclamó en Roncaglia los derechos imperiales y la autoridad divina del rey o emperador sin la intervención del papa.
Por ello, los Hohenstaufen cedieron algunos territorios a los ministerialia, quedando sumido en un perfil bajo la figura del emperador del Sacro Imperio.
Por su parte, se estableció el Landfrieden, donde se intentó abolir el poder de los duques y establecer subordinaciones hacia el emperador.
Entretanto, se establecieron ciudades y duques locales por parte del emperador, lo que deparó un futuro próspero en el imperio.
Los Poderes Universales
Otro de los puntos que resaltaron en el Sacro Imperio Romano Germánico fueron las luchas entre el Pontificado y el emperador bajo la ley del ‘Dominio del Mundo’.
Para 1176 en la Batalla de Legnano, las fuerzas del emperador Fernando Barbarroja recibieron una dura derrota contra el ejército leal al papa Alejandro III.
De esta manera, se realizó al año siguiente la firma de la Paz en Venecia, donde Fernando Barbarroja reconoció como papa a Alejandro III.
Por si fuera poco, el emperador reconoció la autonomía de algunas ciudades dentro del imperio y el poder del papa recuperaba prestigio.
Con la llegada de Federico II Hohenstaufen en Sicilia, último de esa dinastía y el nieto de Barbarroja, Felipe de Suabia al trono.
Este hecho llevó de nuevo a un conflicto entre ellos, y el papa, lo que conllevó a un acuerdo en la Sexta Cruzada de 1228.
Pese a ello, Federico tomó a Jerusalén, autoproclamándose rey, además de conquistar a Belén y Nazaret en 1229.
Las ideas expansionistas de Federico pusieron en cierto modo peligro entre sus vecinos, sin embargo, tuvo que ceder ante los obispos gracias a unas bonificaciones.
Para 1232, se disputaron y anexaron territorios no eclesiásticos, cediendo o respetando las regiones donde figuraba el papa y los obispos.
Con la muerte de Federico en 1250, las dinastías no se ponían de acuerdo con un nuevo monarca, en el periodo de Interregnum.
Allí, se dirimió la elección entre Enrique Raspe y Guillermo de Holanda, además, de un supuesto heredero de los Hohenstaufen, Alfonso X el sabio.
Finalmente, ese periodo terminó con la coronación de Rodolfo I de Habsburgo en 1273.
Problemas en el imperio
Tras la muerte de Rodolfo de Habsburgo, empezaron de nuevo las rencillas para la elección de un nuevo monarca, algo que se extendió con la Bula de Oro de 1356.
Con la etapa post-Staufen en marcha, se estableció la unión en un solo territorio y no de elegir reyes en diversas regiones dentro del Sacro Imperio.
Sin embargo, antes de la muerte de Rodolfo, hubo otras disputas internas y la Casa de Luxemburgo entra en acción con Enrique VII.
Por si fuera poco, Luis IV de Wittelsbach mantuvo los territorios de Baviera y Carlos IV de Luxemburgo gobernó en los protectorados de Bohemia.
En cuanto al plano económico, los tributos subieron y los más perjudicados eran la clase obrera y campesina, estos últimos cediendo sus tierras al imperio.
Con el paso de los años, los territorios empezaron a formarse en Europa central, dando origen a los países que se conocen en la actualidad.
Reforma imperial
La Dieta de Colonia de 1512 establece la nomenclatura de Nación Alemana y con ello, algunas leyes, que se doblegaron con los descendientes de la Casa de Luxemburgo y Habsburgo.
Por ejemplo, Segismundo de Hungría hizo su vida en los Estados Patrimoniales, lejos de su región de origen y lo mismo sucedió con Federico III.
Dichas crisis institucionales se transmitió en la iglesia y las cortes, hasta la resolución del Concilio de Constanza en 1419.
Para el siglo XV, las disensiones internas se formaban y se empezó a ver las grietas de una inestabilidad política en Hungría.
Fruto de ello empezaron otras disputas entre Matías de Corvino y Federico III de Habsburgo, donde este último tuvo que huir derrotado a Viena con su familia.
El ascenso de Maximiliano I como rey permitió a los duques formar parte de la Corte Imperial, algo contrario desde hace más de 300 años.
Por su parte, con la muerte de Federico, se estableció la Reforma Imperial, donde se estaba proponiendo una estructuración en un imperio próximo a desaparecer.
Por otro lado, en 1517 estalla la Reforma Protestante bajo el liderazgo de Martín Lutero, lo cual, los duques aprovecharon para manifestarse en contra del emperador.
En ese tiempo, Carlos V fue protagonista de estas disputas religiosas donde el imperio empezó a desmoronarse entre protestantes y católicos.
Sacro Imperio tras la Reforma Protestante
La Reforma Protestante y sus repercusiones conllevó a la abdicación de Carlos V y el reino se dividió entre su hijo Felipe II y Fernando, hermano.
En 1526, se libra la Batalla de Mohács donde los húngaros fueron vencidos por las tropas otomanas del sultán Solimán el Magnífico, muriendo en combate Luis II de Hungría.
Con la victoria del Imperio Otomano y sin descendientes en Hungría, Fernando de Habsburgo reclamó la corona húngara, lo cual, accedió por derecho legítimo de descendientes políticos.
A su vez, Países Bajos se separó de la Corona Española por diferencias religiosas, logrando tiempo después la Guerra de los Treinta Años.
Para 1648 y con el fin del conflicto, el Sacro Imperio Romano Germánico quedaría muy golpeado, además, de perder vastos territorios por Francia y Suecia.
Entretanto, el efecto de la Reforma Protestante puso en jaque la universalidad de la religión católica y los beneficios que le otorgaba al imperio.
Con el acuerdo de Paz en Westfalia de 1648, el imperio de a poco empezó a sucumbir, donde la pérdida de varios territorios y la autonomía de 350 estados, fue un golpe difícil de asimilar.
A partir de allí, empezaron a nacer futuras dinastías y a la vez gobierno, como el Imperio Austro-Húngaro, Reino de Prusia y el de Francia.
Últimas bocanadas de aire del Sacro Imperio Romano Germánico
La muerte de Carlos VI de Alemania evidenció una profunda crisis dentro del imperio, sumado al surgimiento de Prusia y las constantes guerras en Austria y Hungría.
Para ese tiempo, la casa de Habsburgo era el factor principal del imperio y la caída significaba el final de esta dinastía.
Por el frente oriental, el Imperio Ruso se convertiría en potencia al igual que la monarquía británica, título que después se evidenció en el siglo XX.
Con las disputas externas a flor de piel y las extensiones de poderes imperios en cada uno de sus frentes, el Sacro Imperio Romano Germánico llegaba a su fin.
Con la derrota de Francisco II ante Napoleón Bonaparte, el imperio desaparecería definitivamente el 6 de agosto de 1806.
Esta decisión fue promulgada por Francisco I de Austria, siendo el último emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, evitando la coronación de Napoleón Bonaparte.
Repercusiones
Con la caída del Sacro Imperio Romano Germánico, se dividieron en otros territorios, sumado o como anexo de algunos imperios cercanos.
Entretanto, el título quedó desintegrado con la decisión de Francisco I de Austria o Francisco II del imperio, evitando a toda costa la profanación de Napoleón.
Por otro lado, ocurre el ascenso de otros imperios como el británico, ruso, austro-húngaro, español y otomano, aunque, este último se desintegró en el final de la I Guerra Mundial.
Una de las razones principales que aceleró la caída de este vasto imperio, fue el estallido de la Reforma Protestante, la cual, significó un quiebre en la unidad religiosa.
Por otro lado, la constitución de un estado monárquico electivo y no por decreto imperial, pasó factura debido a la implosión de nuevos territorios y dinastías.
Finalmente, las regiones centrales germánicas, se unieron años después en un Reich alemán (Reino de Alemania), que inició desde 1871 hasta el final de la I Guerra Mundial.
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