El milagro de los andes
Historia

Una prueba de resiliencia: El Milagro de Los Andes

La resiliencia consiste en la adaptación que tienen los seres humanos ante la adversidad, y un claro ejemplo fue lo que ocurrió el viernes 13 de octubre de 1972 y por 72 días a un avión perteneciente a la Fuerza Aérea Uruguaya, cuyo suceso sería conocido como “El Milagro de Los Andes”.

Sin embargo, la supervivencia, coraje y pundonor de los que sobrevivieron a la fatalidad fue el punto de partida para narrar una experiencia que muy pocos han sido testigo.

Para ello, detallaremos la Tragedia del Vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya y como vivieron los sobrevivientes los días para transformar la resiliencia en el Milagro de los Andes.

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Antes de partir a un viaje incierto

El milagro de los andes
El avión antes del siniestro. Imagen: Wikipedia.

Lo que parecía un día común para un equipo de rugby uruguayo llamado “Old Christians” se iba a convertir en dolor, sufrimiento y el inicio de una resistencia por la sobrevivencia.

Era un jueves 12 de octubre de 1972, y el equipo de rugby “Old Christians” de Uruguay se preparaba para un encuentro amistoso de carácter amateur con un club chileno.

Por consiguiente, el presidente del club uruguayo, Daniel Juan, contrató los servicios de un avión bimotor turbohélice modelo Fairchild FH-227D de la Fuerza Aérea Uruguaya.

La entidad castrense permitió que uno de sus aviones partiera con el equipo de rugby, junto con algunos familiares, amistades y miembros de la tripulación.

Al momento del despegue, el avión transportaba a 40 pasajeros y 5 miembros de la tripulación. Por su parte, el capitán del vuelo 571 era el coronel Julio César Ferradas y su copiloto el teniente coronel Dante Lagurara con amplia experiencia en aviones de este tipo y de combate.

No obstante, la alegría que transmitían aquellos jóvenes y la experiencia de muchos de ir a su primer vuelo, se convertiría en un pasaje hacia un destino incierto.

El día del vuelo

El avión tenía pautado arrancar el jueves 12 de octubre en el aeropuerto de Carrasco en Canelones, Uruguay con destino a Santiago de Chile.

Sin embargo, las inclemencias del clima que azotaba la Cordillera de los Andes, hizo que los pilotos hicieran una escala en Mendoza, Argentina y seguir después con el trayecto.

Por otro lado, el exceso de equipaje de la bodega hacía que el avión no viajara tampoco directamente hacia Santiago, ya que, este tipo de aeronaves debía trazar otra ruta hacia el sur (en forma de U).

Al llegar a Mendoza, descansaron allí para salir a primera hora hacia Santiago, algunos de los pasajeros tenían compromisos al día siguiente, como el caso de Graciela Augusto de Mariani que compró un boleto para asistir a la boda de su hija mayor.

Cambio de ruta

Para la mañana del viernes 13 de octubre, el clima seguía afectando el paisaje y los encargados del avión tenía pensado otra ruta para evitar la tormenta.

Por consiguiente, se esperaba que las condiciones mejoraran sobre la cordillera andina entre el mediodía y 3 de la tarde.

A las 2 de la tarde, el capitán recibió instrucciones que daban la autorización del vuelo y este arrancó a las 2:18 p. m.

El capitán del vuelo demoró un tanto y emprendió el viaje tal como estaba estipulado hacia el sur y en forma de U.

Se esperaba que el trayecto demorara hora y media para hacer conexión con Curicó, Chile y de allí, al aeropuerto Los Cerrillos en Santiago.

La tragedia se hace presente

Al llegar a las extensas montañas, Ferradas estaba entrenado a su copiloto Lagurara y el primero había cruzado una veintena de ocasiones ese trayecto.

No obstante, las nubes cubrían el imponente paisaje andino y el piloto notaba que le faltaba potencia a la aeronave.

Rápidamente, se pusieron en contacto con el controlador aéreo de Santiago que estaba presto para dar las indicaciones de ubicación y posible descenso.

Ferradas manifestó de virar hacia el norte por las condiciones de vuelo y le dio una ubicación errónea al controlador de Santiago.

El capitán le mencionó que estaban sobrevolando Curicó (cuando en realidad seguían a ciegas en la Cordillera de los Andes).

Por consiguiente, el controlador de Santiago autorizó confiando en la ubicación de Ferradas, que iniciaran el descenso.

Apenas iban descendiendo, empezaron las turbulencias, a lo que el copiloto recurrió a los pasajeros a que se mantuvieran en sus asientos y con el cinturón de seguridad.

Sin embargo, la primera advertencia no fue escuchada por los pasajeros que estaban entre risas y emociones, hasta que las turbulencias se hicieron evidentes.

Por otro lado, una turbulencia impactó fuertemente al avión  y este trataba de controlarse, aunque la vista que se venía era de alarmante preocupación.

Un terrible impacto y las primeras víctimas

En ese preciso momento, saltaron las alarmas ante la proximidad de una colisión, lo que asustó a los pasajeros y tripulación.

Durante el primer impacto, el piloto intentó por todos los medios alcanzar la máxima altitud, pero el cono de la cola del avión impactó la cresta de la montaña.

Los presagios de una desgracia inminente se hizo presente en todos los pasajeros y el personal del avión.

En efecto, ocurrió otra colisión, esta vez del ala derecha que desprendió del fuselaje, lo que provocaría, que algunos pasajeros y auxiliar de vuelo, cayeran al vacío.

No obstante, el piloto intentaba aterrizar sin provocar una colisión, pero otro golpe sería mortal y esta vez, la ala izquierda se desprendía.

Una de las hélices perforó el fuselaje y dos pasajeros más cayeron al vacío.

Por su parte, el resto del fuselaje se deslizo en la montaña empinada impactando contra un banco de nieve.

Tal impacto destrozó la cabina, muriendo al instante Ferradas, mientras, que Lagurara estaba muy mal herido.

Entretanto, el fuselaje quedó ubicado en el Departamento de San Rafael en la provincia argentina de Mendoza entre el Cerro El Sosneado y el volcán Tinguiririca.

Dicho lugar fue bautizado como “el glaciar de las lágrimas”, después del accidente. La nave quedó accidentada a 80 km de la ruta establecida.

Primeras muertes y sobrellevando la tragedia

Sobrevivientes. Imagen: El País.

Al momento del impacto, habían fallecido 12, desde el primer impacto hasta que el fuselae se detuvo en aquella gélida montaña.

El copiloto Lagurara estaba vivo, pero con heridas profundas, pidiendo a uno de los pasajeros que sacara su pistola y lo matara para descansar de su agonía.

Sin embargo, el estudiante se negó y al rato después, Lagurara sucumbió ante las terribles heridas.

De los 45 quedaban 33 sobrevivientes, aunque, algunos con heridas graves que sucumbirían con el paso de los días.

En ese momento, dos estudiantes de medicina, Roberto Canessa y Gustavo Zerbino, realizaron un triaje para priorizar a los heridos.

De los heridos, muchos tenían fracturas expuestas y otros inconscientes, como el caso de Fernando “Nando” Parrado que estuvo tres días en coma.

La madre y hermana de Parrado viajaron con él, sucumbiendo de las heridas, aunque, la joven resistió al menos 9 días.

De los heridos con fracturas expuestas no lograron sobrevivir, debido a la gravedad de las heridas y por la inclemencia del lugar.

El panorama era desolador entre tristeza, dolor y sin saber el porqué de este evento.

Empiezan las labores de búsqueda y rescate

Luego de cumplirse la hora establecida del vuelo, el controlador de Santiago notificó a las autoridades la desaparición del vuelo 751 de las Fuerzas Áereas de Uruguay.

Rápidamente, se inició la ruta de búsqueda y rescate, donde cuatro aviones sobrevolaron el lugar según la ubicación dada por Ferradas.

Por otro lado, las autoridades chilenas creyeron que la aeronave se accidentó en  una zona remota y de hostiles condiciones en Los Andes.

Entretanto, los sobrevivientes sin saberlo se encontraban a 1km de la frontera Argentina-Chile y a unos 21 kms del antiguo Hotel Termas, que pudo haber servido de refugio.

Tras varios días de búsqueda y las condiciones extremas en la Cordillera de Los Andes, se dio por finalizada las labores de rescate y de hallazgos de sobrevivientes.

Para ese tiempo, uno de los sobrevivientes, Roy Harley improvisó una antena para escuchar las noticias, y fue el primero en escuchar cuando se les dio por muertos.

De esta manera, las maniobras de búsquedas culminaron y los sobrevivientes debieron afrontar otro reto.

Las semanas transcurren y quedan pocos

La primera noche del accidente, murieron cinco personas: el copiloto Lagurara, Francisco Abal, Graciela Augusto de Mariani, Felipe Maquirriain y Julio Martínez-Lamas.

Ahora los que lograron sobrevivir debieron afrontar la noche en temperaturas que rozaban los 40 grados bajo cero.

Para evitar que las noches frías de la cordillera hiciera mayores estragos, los supervivientes se amontonaron unos con otros para aprovechar el calor corporal.

De igual forma, apilaron partes del equipaje y fuselaje para hacer una especie de domo y así, mantener en “calor”.

Mientras tanto, el capitán del equipo, Marcelo Pérez se hizo cargo de los supervivientes y asignó tareas.

Para ello, empezaron con las provisiones que quedaban como ocho barras de chocolate, una lata de mejillones, tres frascos de mermelada, una lata de almendras, caramelos, frutos secos y dátiles, todo eso para paliar el hambre de los sobrevivientes.

Al tercer día, Nando Parrado despierta del como, sabiendo de la noticia de la muerte de su madre y que su hermana, Susana, estaba gravemente herida.

Sin embargo, poco pudo hacer su hermano ante las inclemencias hostiles del ambiente y al noveno día, murió Susana.

Al día 12, que sería el martes 24 de octubre, se encuentran los cuerpos de cinco desaparecidos.

Por otro lado, el día anterior el grupo de sobrevivientes se enteró que la búsqueda culminó dándolos oficialmente como fallecidos.

Siguen las desgracias

Para colmo de males, la comida se agotaba y en lugar no tenía plantaciones, frutas y menos animales.

De esta manera, Canessa, uno de los que fungía como médico, propuso consumir carne de los fallecidos.

Tras las bajas temperaturas, los cuerpos quedaban conservados y Canessa advirtió que era la única manera para poder sobrevivir. Era eso o morir.

El primero en probar bocado de un cuerpo, fue el mismo Canessa, luego le sugieron algunos, otros se negaron hasta que no les quedó remedio.

Por si fuera poco, el día 17, o sea, domingo 27 de octubre, la Cordillera sufrió un temporal de frío y nieve.

Ante tal hecho, se produjo una avalancha, que tapó al fuselaje, mientras, los sobrevivientes dormían, provocando un alud que sobrepasó 1 metro del techo.

El único que logró salir y ayudar a los demás, fue Parrado, quien debió sortear para rescatar al resto del grupo.

El alud acabó con 8 personas más, entre ellos: el líder del grupo, Marcelo Pérez, Liliana de Methol (la única mujer que quedaba con vida) y que era la “enfermera”.

Parrado logró perforar un túnel desde la cabina del piloto, para que pudieran tener algo de oxígeno, pero las inclemencias del clima persistieron.

Entre la ceguera de la nieve y las condiciones adversas, el grupo que estaba en el interior, se quedó al menos tres días, donde consumieron a los que algún día fueron compañeros de equipo.

Salir a buscar ayuda o morir

Luego de salir del alud, el resto de supervivientes se asignaron para tratar de explorar el terreno y conseguir ayuda, pero solo podían ver extensas montañas desiertas.

Para los días 34 y 37, fallecen producto de una gangrena por la gravedad de sus heridas: Arturo Nogueira y Rafael Echavarren.

Por otro lado, algunos supervivientes llegaban a pesar hasta 25 kilogramos, como el caso de Numa Turcatti, que se negó a consumir carne humana.

A su vez, la radio quedó inoperativa y Harley iba a buscar algunas baterías esparcidad del avión para cargar.

Sin embargo, las baterías eran pesadas ante unos cuerpos ya débiles por el cansancio y dolor, que decidieron regresar al fuselaje.

Para colmo de males, Harley notó que no se podía conectar la radio, debido al alto amperaje y debían desconectarlo al fuselaje.

No obstante, debían emprender un viaje de cansancio, sumado a la corriente de aire frío que azotaba la Cordillera.

Harley ante tal panorama iba derrotado, pero la fortaleza de Parrado le valió para regresar al fuselaje e idear otra estrategia.

Otra opción que se ideó fue la bolsa para dormir y resguardar de las bajas temperaturas que superaban los -40 grados centígrados.

Por otra parte, se les ocurrió la idea de usar el aislante térmico de ese fuselaje y alambre de cobre y la tela impermeable que cubría el aire acondicionado del avión para fabricar una bolsa de dormir.

Era el día 60, y el último de los sobrevivientes en partir de este mundo fue Numa Turcatti, que no vio a sus compañeros partir en busca de una esperanza.

Una excursión hacia la esperanza

Tras la muerte de Turcatti, Parrado sabía que si no buscaban ayuda; la nieve se los consumaría.

Por lo tanto, convenció a Canessa y a Antonio Vizintín a explorar la montaña, mientras, el resto se quedaba en el fuselaje. Era el día 60.

Cumpliéndose los dos meses del accidente, los exploradores consiguen el cuerpo de dos desaparecidos: Daniel Shaw y Carlos Alberto Valeta.

Para el día 64, Parrado llega a la cima de la montaña y divisa un panorama desolador, había nieve y más frío.

Pese a ello, le acompañó Canessa y Vizintín, pero la excursión parecía que iba a durar más días de lo imaginado.

Como las provisiones escaseaban, Vizintín acordó regresar a bordo de un trineo improvisado de uno de los asientos del avión, mientras, Canessa y Parrado siguieron el trayecto.

El hilo de esperanza es que ya el verano hacía presencia y la nieve se transformó en agua para poder beber y la ayuda parecía cercana.

Pese a alcanzar la cima, Parrado y Canessa continuaron, no podían desfallecer, le esperaban el resto de sus amigos.

De igual manera, emprendieron viaje y el día 69 la esperanza se convirtió en realidad, cuando divisaron a un hombre campesino a lo lejos.

Contacto con Catalán

El arriero era Sergio Catalán que estaba con un ganado y fue alertado por unas voces que provenían del otro extremo de un arroyuelo.

Sin embargo, el ruido de la cascada no hizo que se escuchará la comunicación entre el arriero y los dos jóvenes.

Pese a la adversidad, Catalán profirió una voz que dio un halo de esperanza “mañana”, y los dos hombres pernoctaron en la zona.

A la mañana siguiente, era el día 70, Catalán cumplió su promesa y llegó con dos hombres más.

El arriero lanzó una piedra, y en ella, se encontraba atado un papel y un lápiz.

Parrado escribió unas líneas que sería la esperanza de su rescate que antes parecía imposible:

“Vengo de un avión que cayó en las montañas. Soy uruguayo. Hace 10 días que estamos caminando. Tengo un amigo herido más arriba. En el avión quedaron 14 personas heridas. Tenemos que salir rápido de aquí y no sabemos cómo. No tenemos comida. Estamos débiles. ¿Cuándo nos van a buscar arriba? Por favor, no podemos ni caminar. ¿Dónde estamos?”

Catalán conversó con los dos hombres que le acompañaban (sus hijos) y uno de ellos, les llevó pan, era la primera comida que probaban en dos meses.

Por otra parte, Catalán se sorprendió al ver el aspecto de los jóvenes y rápidamente, uno de sus hijos, ayudó a rescatar a Canessa y Parrado.

Catalán cabalgó 80 km desde el lugar donde encontró a los dos jóvenes hasta el puesto de Puente Negro, con el mensaje de Parrado.

Al principio, la policía no le creyó a Catalán, pensando que estaba borracho, hasta que mostró el mensaje de Parrado y acto seguido, buscaron a los dos sobrevivientes.

Ante tal insistencia, los carabineros hicieron caso y se puso en marcha, el rescate, donde encontraron a Parrado y Canessa.

Ambos fueron llevados hasta el balneario Termas del Flaco, donde los condujeron a un camión hasta la comisaría de Puente Negro.

Al descubrir a dos de los sobrevivientes, se emitió parte a las autoridades chilenas, mientras, Canessa y Parrado se trasladaron a Los Maitenes, donde comieron y fueron atendidos.

El rescate esperado

El milagro de los andes
Parrado y Canessa, los primeros en ser rescatados. Imagen: AP.

La noticia de los sobrevivientes se esparció y Uruguay emitió una orden de rescate para los demás sobrevivientes que se encontraban en el fuselaje.

Esta buena noticia ya lo habían escuchado desde el fuselaje por la carga de baterías que había hecho Harley.

Por otro lado, los reporteros y medios de otras partes del mundo se hicieron eco de la ubicación de los dos sobrevivientes en Termas del Flaco.

Entretanto, la Fuerza Aérea de Chile ordenó a tres helicópteros para el rescate, Parrado se ofreció como guía para buscar a sus amigos.

Para el día 71, 22 de diciembre, un grupo fue rescatado, pero por las inclemencias del clima. Cuatro de los rescatistas pernoctaron la noche siguiente con el resto.

Al día siguiente, que sería el número 72, finalmente, fueron rescatados los 8 restantes. En total: 16 fueron los últimos sobrevivientes del considerado “Milagro de los Andes”.

Identidad de los 45 pasajeros y tripulantes

  • Ramón Sául Martínez Rezende (30 años, auxiliar de vuelo)
  • Francisco Domingo “Panchito” Abal Guerault (21 años, rugbista)
  • Eugenia Dolgay Diedug de Parrado (50 años, madre de Fernando y Susana Parrado)
  • Jorge Alexis Hounié Sere (20 años, estudiante de veterinaria, rugbista)
  • Fernando Seler Parrado Dolgay (23 años, estudiante de ingeniería mecánica, rugbista) sobreviviente.
  • Numa Turcatti Pesquera (25 años, estudiante de derecho, rugbista)
  • Rafael Echavarren Vázquez (22 años, estudiante de agronomía, rugbista)
  • Susana Elena Alicia Parrado Dolgay (20 años, hermana de Nando Parrado).
  • Julio Martínez-Lamas (24 años, estudiante, rugbista)
  • Marcelo Pérez del Castillo Ferreira (25 años, estudiante, rugbista)
  • Roberto Jorge Canessa Urta (19 años, estudiante de medicina, rugbista) sobreviviente
  • Javier Alfredo Methol Abal (37 años, empresario) sobreviviente
  • Daniel Gonzalo Shaw Urioste (25 años, ganadero)
  • Julio César Ferradas Benítez (39 años, piloto)
  • Felipe Horacio Maquirriain Ibarburu (22 años, estudiante, rugbista)
  • Roy Álex Harley Sánchez (20, estudiante de ingeniería industrial, rugbista) sobreviviente
  • Eduardo José Strauch Urioste (25, estudiante de agronomía, rugbista) sobreviviente.
  • Gustavo Diego Nicolich Arocena (20, estudiante de veterinaria, rugbista)
  • Carlos Roque González (24 años, mecánico del avión)
  • Ovidio Joaquín Ramírez Barreto (soldado)
  • Diego Storm Cornah (20, estudiante de medicina, rugbista)
  • Daniel Fernández Strauch (26, ingeniero agrónomo, rugbista) sobreviviente
  • Ramón Mario “Moncho” Sabella Barreiro (21, ingeniero agrónomo, rugbista) sobreviviente
  • Gastón Costemalle “Jardi (23, estudiante de derecho)
  • Carlos Alberto Valeta Valledor (18, estudiante, rugbista)
  • Graciela Obdulia Augusto Gumila de Mariani (43, viajaba para la boda de su hija)
  • Gustavo Zerbino Stajano (19, estudiante de medicina, rugbista) sobreviviente
  • Adolfo Luis “Fito” Strauch Urioste (24, estudiante de agronomía, rugbista) sobreviviente
  • Liliana Beatriz Navarro de Methol (34, esposa de Javier Methol)
  • Enrique Platero Riet (22 años, estudiante de agronomía, rugbista)
  • Juan Carlos Menéndez Villaseca (22 años, estudiante, rugbista)
  • Guido José Magri Gelsi (23, estudiante)
  • Francisco Nicola Brusco (40, médico del equipo)
  • Esther Horta Pérez de Nicola (40, esposa del médico del equipo)
  • Fernando Vázquez Nebel (20, estudiante de medicina, rugbista)
  • Carlos Miguel “Carlitos” Pérez Rodríguez (19, estudiante de ingeniería agropecuaria, rugbista) sobreviviente
  • Álvaro Mangino Schmid (19. estudiante de ingeniería agropecuaria, rugbista) sobreviviente.
  • Daniel Agustín Maspons Rosso (20, estudiante, rugbista)
  • Antonio José “Tintín” Vizintín Brandi (19, estudiante de derecho, rugbista) sobreviviente.
  • Roberto Fernando Jorge “Bobby” Francois Álvarez (21, estudiante de agronomía, rugbista) sobreviviente
  • Alfredo Daniel “Pancho” Delgado Salaberri (25, licenciado en derecho, rugbista) sobreviviente
  • Dante Héctor Lagurara Guiado (41, copiloto)
  • José Luis Nicolás “Coche” Inciarte Vázquez (24, estudiante agronomía, rugbista) sobreviviente
  • José Pedro Jacinto María Algorta Durán (21, estudiante de economía, rugbista) sobreviviente.
  • Arturo Eduardo Nogueira Paullier (21, estudiante de economía, rugbista).

P.D: En negrita, los sobrevivientes.

Vida después del accidente

La Sociedad de la Nieve, es la última adaptación cinematográfica del Milagro de los Andes. Imagen: Netflix

Luego de ser rescatados y de dar entrevistas o ruedas de prensas, los sobrevivientes prosiguieron con su vida.

Con el pasar del tiempo, se realizaron algunas adaptaciones y algunos de los sobrevivientes lanzaron libros sobre El Milagro de los Andes.

De los 16 sobrevivientes, se mantienen 14 con vida (con la emisión del siguiente vídeo) y dos han muerto de enfermedades penosas, como es el caso de Javier Methol y José Luis Nicolás Inciarte.

En la actualidad, se realizó una adaptación cinematográfica, llamada La Sociedad de la Nieve”, que se lanzó a la plataforma Netflix y es fuerte candidata para llevarse el Óscar como película extranjera.

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Samuel García

CEO de Dossier Interactivo

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