Los 90 fue una década con mayores tasas de crímenes mediáticos que impactaron a los venezolanos, siendo la tragedia de San Román, uno de ellos que golpeó en la vida de los caraqueños.
Esta tragedia marcó un antes y un después en la forma correcta de proceder ante una toma de rehenes, luego de los rescates fallidos en el secuestro de las hermanas Monagas y la del Urológico de San Román.
En nuestro segmento de Casos más Sonados, presentamos la tragedia de San Román, un crimen que enlutó a varias familias de Caracas.
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La Tragedia de San Román
Secuestro del Urológico de San Román
Era el 23 de junio de 1995, a pleno sol del día en la ciudad de Caracas, cuando en esa misma mañana y pasada la tarde iba a ocurrir una desgracia en la capital venezolana.
Tres hampones intentaron robar una quinta ubicada en las Minas de Baruta, en la urbanización San Román, cuando fueron descubiertos por unos vecinos.
En ese momento, una patrulla de la policía municipal pasó cerca y los hampones huyeron con destino a una clínica cercana.
Acto seguido, los hampones tomaron de rehén a un hombre que pasaba cerca y ante la presencia policial, uno de los delincuentes huyó del lugar y quedaron los otros dos.
Los policías había interceptado a los dos delincuentes y arrojaron al rehén a ello, para tener tiempo y como era una calle ciega, entraron a una clínica cercana.
Dicha clínica era el Urológico de San Román, ubicada en la urbanización homónima; los delincuentes entraron en el área de otorrinolaringología y tomaron a cinco rehenes.
Inicialmente, en esa área estaban laborando siete mujeres: una médico, tres enfermeras, una recepcionista y dos secretarias.
Dos de las mujeres, se percataron de los delincuentes y se escondieron, en el baño y en la caja de seguridad.
Entretanto, la mujer, que estaba en el baño, empezó a llamar a los cuerpos de seguridad de la zona, informando sobre la situación de rehenes.
Por su parte, las otras cinco mujeres quedaron en manos de los delincuentes y se dio inicio al Secuestro del Urológico de San Román.
Crónica de un rescate fallido: Tragedia de San Román
Las cinco mujeres que quedaron a merced de los secuestradores, fueron Virginia Castro, Teresa Rodríguez, Aída Molina, Gloria Ojeda y Zulay Quintero.
Ante la alerta que dio una de las mujeres que se encontraban escondidas en el baño, llegaron más policías de otros destacamentos vecinos.
De igual manera, los medios de comunicación interrumpieron su programación habitual para reseñar sobre la situación en San Román.
En cuestión de minutos, se apersonaron a la zona 300 funcionarios, quienes rodearon la clínica y formaron un perímetro para actuar y negociar con los secuestradores.
Inmediatamente, se dio a conocer la identidad de los secuestradores, quienes se llamaban Juan Antonio Alberto Peña y Juan Manuel Méndez.
Posteriormente, la policía organizó la presencia de efectivos y se apostaron en varios puntos de los edificios cercanos de la urbanización, unos 35 francotiradores.
Seguidamente, los secuestradores iniciaron la negociación para salir y entregar a las rehenes, con la condición de un vehículo y sin persecución policial.
El primer funcionario en participar en la negociación, fue el comisario Gustavos Moros de la extinta Policía Técnica Judicial (PTJ).
Negociación
Por otro lado, los delincuentes exigieron un vehículo, en ese momento, el comisario Alberto Morales se encargó de entregar el carro donde irían los maleantes.
En ese momento, los delincuentes cubrieron su rostro con capucha y ordenaron a las mujeres a colocarse en fila india.
Entretanto, no había un liderazgo que condujeran a la operación de rescate y la Tragedia de San Román se estaba cocinando a fuego lento.
Por su parte, la entrega del vehículo fue infructuosa, ya que, los delincuentes se percataron que no había llaves y se molestaron, exigiendo otro.
Minutos después, el comisario Morales trae un Toyota rojo, estacionándolo a unos pocos metros del sitio donde estaba estacionado el otro vehículo.
Las cámaras de televisión grabaron cuando el comisario estacionó el carro y mostró lentamente sus manos en señal que estaba desarmado.
Ante el desorden de la policía, los delincuentes rodearon a las mujeres como si fuese escudo humano para poder abordarse en el vehículo.
Por su parte, la policía dirigía instrucciones estrictas a los francotiradores que se encontraban en puntos equidistantes en las adyacencias del urológico.
A las 5:30 de la tarde, iba a ocurrir la tragedia de San Román y la crónica de un rescate fallido que dejó terribles consecuencias.
Tragedia de San Román
En esa hora de la tarde, una bala impactó en la cabeza de Virginia Castro, cayendo en el acto y uno de los secuestradores tomó a Aída Molina y le propinó un disparo.
No obstante, Peña (uno de los secuestradores) se desplomó y Castro, que se encontraba malherida, intentó arrastrarse para cubrirse de los proyectiles.
Mientras tanto, el otro secuestrador tomó de escudo humano a la doctora Gloria Ojeda, y siete de los proyectiles que venían de la policía impactaron en la dama.
Acto seguido, Sotero Pérez, jefe de la brigada de operaciones especiales, intentó someter al secuestrador restante, pero este le propinó un disparo en la cabeza.
Sin embargo, un francotirador asestó un disparo mortal al secuestrador y una de las balas impactó en el ojo izquierdo de una rehén: Zulay Quintero.
Tras el rescate fallido, Virginia Castro revelaría a la prensa que el primer disparo salió de un policía que se encontraba detrás del estacionamiento.
Repercusiones de la Tragedia de San Román
El resultado de la operación de rescate fallida, dejó la cifra de cinco muertos (2 rehenes y los 2 secuestradores, además de un policía), sumado a 8 heridos.
Ante la mala coordinación de los cuerpos de seguridad, y unos meses después, con lo ocurrido del Secuestro de Terrazas del Ávila, se decidió organizar mejor a la policía.
En su autobiografía: El Prisionero Rojo, Iván Simonovis, hizo una comparación con los secuestros anteriores y la Masacre de Múnich, ocurrida en 1972.
Dicha descoordinación en ese evento, permitió que los cuerpos policiales se entrenaran para solventar este tipo de situaciones, evitando la perdida de vidas inocentes.
Con el adiestramiento correcto, la policía venezolana tuvo un mejor entrenamiento y se dio con éxito el rescate en el Secuestro de Cúa en 1998.
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